La nave espacial no tripulada Starship de SpaceX, considerada como la más potente que se ha construido, despegó en un segundo vuelo de prueba el sábado y alcanzó una altitud de aproximadamente 145 kilómetros sobre la Tierra antes de que los ingenieros perdieran contacto con ella.
Según expertos, el vuelo no logró todos los objetivos de la compañía espacial privada de Elon Musk, pero superó algunos de los problemas que afectaron el lanzamiento anterior.
El segundo vuelo de prueba llegó más lejos que el primero: las dos partes del cohete lograron separarse como estaba previsto.
Pero luego las cosas empezaron a ir mal: el propulsor inferior explotó después de desprenderse, lo que no representaba un gran problema, ya que ya había hecho su trabajo de enviar la etapa superior hacia el cielo.
Pero unos minutos más tarde se supo que la parte superior del cohete, conocida como el barco, también se había perdido.